Hace un tiempo, no demasiado largo y por supuesto, antes de este coronavirus, estuve en la ciudad de Cali y embarqué en el aeropuerto de Palmira, el Alfonso Bonilla Aragón, que le rinde tributo a ese grande hombre de letras que la gente recuerda menos de lo que debiera. Y era el atardecer, 6 y media, siete de la noche, y veíamos quiénes estábamos allá, con mi señora y algún par de amigos, un verdadero pesebre que había en las montañas, todo encendido. Y preguntamos de qué se trataba. Y nos dijeron “son los cultivos ilícitos que están siendo tratados y para ser tratados por la noche necesitan luz”. Era un verdadero pesebre lo que ahí había hecho, pero ¿Cómo es posible que las autoridades encargadas de controlar el tráfico de estupefacientes no lleguen a esos lugares? ¿Cómo es eso posible? No entendía. Ya lo he entendido; y es que se trata de sitios indígenas y los indígenas no están sometidos a la ley colombiana…