No entendemos

Por Fernando Londoño Hoyos.

Claro que es grave y triste el espectáculo de las largas filas de gente tomando Transmilenio  para venir de Soacha a Bogotá, sin que nadie sepa para qué. Grave y triste que en barrios de nuestras ciudades mucha gente salga a la calle para volver más dura la bomba biológica que no se demora una semana en estallar.  No entendemos lo que pasa.

Todo tiene grados y medidas. Por eso se hace más grave que no entiendan  los que debieran entender mejor.

Cuando el Gobierno no entendió que los aviones  venían de Europa, y de España muy principalmente, cargados de coronavirus, cometió un error monumental de costo todavía incalculable. El Gobierno no se puede equivocar. Tiene que entender.

Se supone que los jueces entiendan y duele que no entiendan. Cuando la Corte Constitucional le pregunta al Presidente cuáles razones lo llevaron a decretar la emergencia económica y social, es porque no ha entendido nada de lo que pasa.

Cuando unos cuantos congresistas exigen, por el bien de la democracia, que se los junte en el Capitolio Nacional, y a todos ellos con su gran séquito de asesores, secretarios, vigilantes y el resto de su parafernalia, es simplemente porque no entienden.

Y ahora nos agravan la taza que hemos de beber, con que el Banco de la República es el que menos entiende. En estos momentos cruciales, todo lo que se le ocurre es tomar medidas baratas para tiempos normales y bajar la tasa de interés en cincuenta puntos básicos. ¿Quién entiende tamaño disparate?

No hemos entendido que el problema no radica en una crisis económica como hubo tantas, o en un conflicto social o político como los que resolvimos tantas veces. El problema es de supervivencia frente a un enemigo que puede derrotar al género humano y convertir este país, en particular, en un montón de cenizas. ¿Lo entendemos?

La palabra maestra de la hora es “refinanciar”. Como la gente  tiene problemas de pago, alarguemos los plazos y bajemos un punto, o cuatro, la tasa de interés. Eso significa, lisa y llanamente, que no entendemos.

Ya andan por ahí expertos que dicen posible que crezcamos negativamente este año. En otras palabras, que salgamos más pobres de este endiablado problema que cuando estábamos al entrar. Ya es algo. Algunos empiezan a entender.

El primero que se empobrece, o el último dependiendo como se mire la cosa, será el Gobierno. El petróleo, su gran fuente de ingresos, ha bajado en precio de sesenta a veinte dólares el barril. A la tercera parte, amigos queridos. ¿Lo entendemos? Y el problema no es pasajero, como viajera golondrina. No. El petróleo no tiene por dónde subir, en muchos meses, porque media humanidad está encerrada, dato de hoy, lo que significa que no viaja, no comercia sino para sobrevivir y no está en plan turístico. Lo que eso significa para las cuentas de un país que se dedicó a vivir del petróleo que apenas producía, es cosa que nadie calcula. No hay para qué amargar la cuarentena.

Los gobiernos viven de lo que la gente produce para pagarles y cuando no produce, no hay ingresos para nadie. No nos hemos atrevido a calcular la caída de los recaudos, hermana siamesa de la parálisis económica. Porque no entendemos.

Las empresas no están produciendo, porque las fábricas están cerradas, los trabajadores no pueden llegar a ellas y no tendrían a quién venderle lo que producen. Los videos que muestran desiertas las calles de todas partes son la prueba de que esto no podría ir peor. Y no hay tendencia ni esperanza próxima y razonable de mejoría. ¿Lo entendemos?

El Gobierno está tomando medidas valerosas y sensatas. Que pudieran ser todavía mejores. Pero algunos las critican porque son de corte “uribista”. La estupidez suele rebasar sus propios límites.

Así que la cuestión no está en refinanciar. Entre otras cosas, porque los bancos refinancian o se declaran en quiebra. Nadie les va a pagar a tiempo. La cuestión está en habilitar a los empleadores para que presten dinero a los que no les prestarían de acuerdo a sus manuales operacionales. Para que esos que reciben créditos que nunca se otorgarían, paguen nóminas que nunca pagarían. Nadie paga al que no trabaja. Hasta ahora. Es el momento de pagarle al que no puede trabajar. ¿Lo entendemos?

Nadie está suficientemente preparado para un naufragio o para un terremoto de 8 en la escala de Richter. Nadie. Por simulacros que haga.  Y naufragio y terremoto como los que padecemos nunca los afrontó la especie humana. ¿Lo entendemos?

Todo esto viene a propósito de la decisión de la Junta del Banco de la República. Si los sabios que la integran, tan previsivos, tan ilustrados, tan capaces, no entienden ni jota, como solemos decir, vaya esperanza de que otros entiendan.

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