Es muy triste decirlo, pero es imposible ocultarlo: el país está en este momento bajo el signo de la corrupción. Corrupción rampante y dramática que dejó el presidente Santos como herencia suya al derramar mermelada sobre toda la tostada y permitir que sus amigos, y entrecomillas ¡vaya ese amigos!, que le dieron lo que se llama gobernabilidad, se robarán al país entero, cargándole encima, poniéndole sobre sus hombros una deuda gigantesca enorme que no habrá con qué pagar. Y todo eso para favorecerlos personalmente para que se robaran la plata con contratos infames y a través de otros subterfugios. Se robaron a Colombia y se le robaron además una bonanza petrolera. De ahí vienen las cosas y Santos se hizo elegir Presidente con dinero procedente de compañías trasnacionales. Una, la más grande corruptora que se conoce en América y en el mundo, Odebrecht; y otra Cemex, la compañía mexicana de cementos que contribuyó de manera muy decidida a llenar de dinero las alforjas de la campaña de Santos para que se hiciera reelegir…