Computadores que delatan

Por: Fernando Londoño Hoyos

Los computadores son brutos que trabajan rápido. Tienen memoria invencible y no saben de prudencia.

No fue ejecutado por la Fuerza Aérea, pero tuvo sus efectos. Alguien, seguramente un arrepentido, bombardeó la Casa de Nariño y salieron al descubierto sus computadores delatores. Pasó igual que con la caída de bombas inteligentes sobre los campamentos criminales, con la ventaja de que no quedaron cadáveres para practicar necropsias. Solo las pruebas que parecían imposibles, escandalosas, irrefutables.

Todos sabíamos que la mermelada estaba calculada para que cubriera en su integridad la tostada. Nadie ignoraba lo que la mermelada era ni a cuál tostada se la hacía deleitosa. Quedaba por establecer el modo del reparto y el cuidado que el cocinero ponía en repartirla. Y semejante maravilla fue la que quedó patente para todos.

La famosa Mesa de Unidad Nacional no era otra cosa que la convergencia de los apetitos más sucios sobre el presupuesto nacional. Nadie llegó a sospechar que hubiese en el mantel una migaja de idea política, una concepción del Estado, una forma noble de entender la política como servicio a este dolorido pueblo. Pero no deja de golpear el espíritu más prosaico esta verificación asombrosa. En la Presidencia no se tejen más que intereses y no se reparten los bienes públicos con sentido de equidad, aquella olvidada epiqueya aristotélica, sino con el más descarado cálculo de realismo politiquero.

En los computadores que filtró una desconocida vergüenza, todo quedó a la luz. Trabajaron a la sombra, meticulosa y pacientemente para tejer la tela de araña del reeleccionismo y ante los ojos asombrados del público surge la evidencia de cómo opera la famosa Mesa. Todo se contrae al número de puestos y al número y valor de contratos adjudicados. Cada comensal es dueño de su plato de aguamasa y que a nadie se le ocurra confundirla. Entre los puercos hay reglas para repartir el barril.

Como era suponer que aconteciera, han lanzado a los halcones para sacarle los ojos al que lleva la noticia. Sobre el periodista Ernesto Macías ha caído la fuerza de las Erinias, aquellas figuras atroces del mito griego que revivió don Marco Fidel Suárez en sus sueños inmortales. Para que la gente no decante el mensaje, se quiere destruir y repartir en pedazos al mensajero. Pero esta vez falló la estrategia. A pesar de la época, cuando todos ante el pesebre queremos hacer un alto en el camino, y que nuestras desventuras se detengan y disponer de un espacio para amorosas y dulces reflexiones, el país se ha declarado conmovido, repugnado, hastiado de tanta podredumbre.

A cada personaje se le lleva su cuenta, que contiene las facturas que hay que pagar, es decir, el número y el nombre de los proyectos de ley que vota con el Gobierno, pero también cómo se cubre cada factura, con empleos y contratos. No hemos sacado, pero se hará, el cálculo final de los valores comprometidos, cuando de contratos se trata, ni la cantidad de poder que se reparta, medido en la torta burocrática que se distribuye. Es posible que más de uno compruebe que se lo trató con perfidia, porque se le dio más al vecino con los mismos méritos. A la hora del reparto los que lo hacen suelen defender lo suyo con ferocidad. Y tienen razón. No se empuerca el alma por poco.

No será sorpresa para muchos tener ante los ojos esta realidad macabra. Al fin y al cabo se tenía clara la clase de lealtades que se jugaba en el verde tapete de este casino despreciable. Pero siempre la gente quiere la prueba “reina”. Pues aquí está. Como en los computadores de Reyes, y de Jojoy y de Cano, que dejaron patentes sus planes y sus obras, en los computadores de la Presidencia quedó la constancia de cómo se nos ha gobernado cuatro años y de cómo se aspira a doblarnos la dosis.

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