La Hora de La Verdad

Miremos bien lo que ocurrió en Yumbo

Por Eduardo Mackenzie

Yumbo: retengamos lo que ocurrió allí, este 7 de febrero. Las imágenes captadas por personas que vieron la llegada del cortejo de vehículos blindados de Timochenko son muy valiosas. Ellas circulan por las redes sociales y dicen mucho sobre el curso terrible que está tomando la campaña electoral por culpa de las pretensiones arbitrarias del jefe del narco-terrorismo.

Esos dos minutos y 16 segundos de filmación improvisada muestran claramente de dónde viene la violencia en los actos de repudio popular al jefe de las Farc. Un hombre, en camiseta azul y bufanda negro-roja (¿del ELN?), sale del primer vehículo de la comitiva del jefe terrorista y avanza rápidamente, como un energúmeno, agitando los puños como molinos contra las personas que se encontraban en la calle. Sin más, golpea violentamente al civil que está más cerca de él y sale corriendo –en vista de que tres manifestantes defienden al agredido y tratan de atrapar al agresor–, antes de ser protegido por tres policías con bolillos, chalecos y cachuchas verdes. Otro hombre, en camiseta verde-oliva, llega al mismo punto y golpea a su vez a alguien que viste una camiseta de las Farc. El segundo golpeador se escabulle y es también protegido por los uniformados. Lo más curioso es que, en lugar de detener a los dos agresores, los cuatro policías los protegen. Dos golpeadores más, en camiseta blanca, carriel y con el distintivo de las Farc, entren en escena: agreden a dos manifestantes, con puñetazos a uno y con un violento golpe de cabeza al otro.

Esos actos de violencia de las Farc fueron unilaterales pues ningún manifestante había agredido a nadie hasta ese instante, ni lanzado huevos, ni piedras, ni tomates contra el vehículo del jefe terrorista. Pero tal violencia no hizo retroceder a los ciudadanos. Por el contrario, éstos se reagruparon y redoblaron sus gritos contra el jefe comunista, quien seguía escondido en una camioneta negra. “Fuera de Yumbo h.p.”, “pedófilo”, “asesino”, “violadores” son las palabras que resonaron en esa estrecha calle de Yumbo. Enseguida, un grupo de 20 hombres del Esmad, con cascos negros y escudos de plástico, rodearon la comitiva de los subversivos y trataron de disolver la protesta, sin conseguirlo. Las imágenes muestran el hábil despliegue que hicieron para formar una muralla con sus escudos para permitir la salida de los carros de Timochenko. Hasta allí va uno de los videos de lo ocurrido en Yumbo que circulan en la red.

Cotejando esas imágenes con otras de lo ocurrido en Yumbo se comprueba que un periodista de Noticias Caracol amalgamó momentos de lo ocurrido en Cali con los de Yumbo para sostener la tesis falsa de que la ciudadanía de Yumbo había sido la iniciadora de los desórdenes. Para eso tuvo que borrar los instantes en que se ve claramente a los golpeadores de las Farc agredir a los manifestantes. Ese mismo periodista afirmó que las tanquetas en las que la policía había evacuado a un grupo de periodistas y seguidores de Timochenko, para llevarlos a Cali, habían sido “atacadas a piedra, con huevos y tomates”. Horas más tarde, Noticias Caracol afirmó que James Valdés, secretario de Paz y Convivencia de Yumbo, había estimado que ese día hubo, en esa calle, “vidrios rotos y siete heridos leves (5 civiles y dos policías)”. Desde luego, ante la violencia inicial de los cómplices de Timochenko y la protección dada a éstos por los policías, hubo en Yumbo un brote de ira popular, una especie de intifada a la colombiana.

Lo que hubo en Yumbo fue, sobre todo, una victoria popular: el detestado jefe fariano no pudo ingresar a la sede sindical que había escogido para lanzar su rutinaria arenga mentirosa.

¿Qué deducir de todo eso? Que las giras de Timochenko se convirtieron en el tumor maligno de la campaña electoral. La sola presencia de ese individuo con ínfulas de presidenciable desata la ira de la ciudadanía, sobre todo de las víctimas de la narco-guerrilla. La llegada de Timochenko a cualquier localidad transforma ese lugar en sitio de confrontación verbal y física, en campo de batalla, en chocante provocación, en sufrimiento para la población. La pretendida campaña electoral de Timochenko es, en definitiva, un vector de grave desorden público que obscurece la campaña electoral y que podría terminar en actos de violencia aún más sangrientos.

Ante el repudio que suscitan, las Farc lanzaron un plan en tres fases: designar un enemigo, calumniar las manifestaciones y apelar a la violencia en todas sus formas. Ya acusaron al Centro Democrático de ser el “instigador” de esos incidentes, para ocultar el hecho de que colombianos de todos los partidos se levantan contra la abominación de ver a un criminal que se burla de la justicia y trata de convertirse en jefe de Estado.

Nadie puede olvidar que el mismo día del lanzamiento de la candidatura de Timochenko, nueve policías fueron asesinados por terroristas en atentados contra tres cuarteles del norte de Colombia y uno del norte de Ecuador.

La táctica de desplegar preventivamente golpeadores y provocadores, como en Yumbo, a la llegada de los carros de Timochenko, y la protección brindada a esos matones por la policía, muestra que la ciudadanía está desprotegida, sobre todo al momento de ejercer su legítimo derecho a protestar contra la llegada de narco-terroristas a sus ciudades. Si la torpeza policial continúa, la población buscará otras formas de defensa. El pretexto de que la gente que llega a esos lugares en carros blindados son candidatos de un partido no convence a nadie. Las Farc siguen en armas, no han liberado a los niños reclutados, no han reparado a sus víctimas, no han pagado un solo día de cárcel por su montaña de atrocidades, no han entregado su botín de guerra ni sus redes de narcotráfico, y, sobre todo, siguen exigiendo el cumplimiento de los malditos pactos de La Habana que los colombianos rechazaron en el plebiscito de 2016.

¿En que otro país se ve lo que tenemos que soportar los colombianos? Las Farc simulan tener un candidato. En realidad tienen tres: Timochenko, Piedad Córdoba y Gustavo Petro son candidatos de las Farc, con el mismo lenguaje, las mismas obsesiones y, sobre todo, los mismos objetivos: acabar con Colombia, hacer de nuestro país una Venezuela bis, al servicio de Cuba. La campaña electoral es anómala también por esas razones. A eso hay que ponerle fin. Colombia de debe hacer respetar.

Ciertos medios están contribuyendo a ese desorden. Semana, El Espectador y el portal Las 2 Orillas se dedican ahora a desfigurar los hechos. Dicen que las manifestaciones no son espontáneas, que Timochenko y su combo son víctimas de “políticos del CD, militares, empresarios y periodistas” y de un misterioso “grupo cerrado”. Las 2 Orillas se dedicó a esculcar las cuentas Facebook de muchas personas, a la manera de los espías cubanos, para mostrarlas como conjurados contra el buenazo de Timochenko, quien ha tenido que “suspender la gira”. El objetivo es impedir que la gente se exprese libremente por las redes sociales y circule las imágenes de la resistencia popular anti-Farc. El Espectador publicó, no por casualidad, el 6 de febrero, una nota alarmista que dice: “¡Cuidado con lo que publica! La información [en las redes sociales] debe ser verificada antes de ser divulgada”. Ese texto pretende recortar el derecho de expresión y de debate, sobre todo en este momento de campaña electoral. Mostrar a las Farc como víctimas y a la ciudadanía como agresores, es un aspecto de la estrategia de las Farc para contener la masiva oposición que ha despertado la estrafalaria gira de los jefes terroristas por todo el país. La lucha de Colombia continúa.

@eduardomackenz1

9 de febrero de 2018

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