Reales jefes en la sombra

Por: Plinio Apuleyo Mendoza

El exilio de Sandra Morelli no me extraña. Es más, lo lamento y lo entiendo. El fiscal Montealegre, con su poder y su habilidad unidos a un propósito vengativo, habría conseguido encarcelarla sin que ella pudiera tener la guardia de su hijo. No le quedaba entonces más recurso que exiliarse. La misma ausencia de garantías condujo por igual camino a Luis Carlos Restrepo, a María del Pilar Hurtado y, más recientemente, a Andrés Felipe Arias.

Pero hay otro exilio, impuesto por iguales razones, que el país desconoce: el de Felipe Salazar. Cuando el real perfil de la guerrilla derrumbó sus ilusiones revolucionarias, Felipe, conocido entonces como ‘Biófilo’, se desmovilizó con otros 16 guerrilleros, entregó sus armas y en la propia Fiscalía y centros universitarios hizo valiosas revelaciones sobre las Farc y sus contactos. Llevado a La Picota, luego de que aparecieran testigos (falsos, desde luego) con toda suerte de acusaciones, Liduine Zumpolle, conocida internacionalmente como defensora de los derechos humanos, le dio toda su ayuda para que, disponiendo de una libertad provisional, Felipe pudiera irse al exilio.

No es algo inédito. Las mismas perversas maniobras judiciales han conseguido detener, para investigarlos, a más de quince mil militares y condenar a cerca de dos mil, entre ellos a notables figuras como Arias Cabrales, Alfonso Plazas, Rito Alejo del Río, Jaime Uscátegui o Hernán Mejía Gutiérrez. Pero también, honestos personajes civiles han corrido la misma suerte. En común tienen todos ellos su cercanía al expresidente Uribe. ¿Se tratará entonces de una capciosa derivación de la pugna entre uribistas y santistas? Así lo creen muchos. Pero la verdad es otra, más alarmante y desconocida. Pone al país en máximo estado de peligro.

Me refiero a la real y todavía ignorada dirección política de las Farc, una dirección que no viste uniformes, que permanece en la sombra y se mueve en un mundo totalmente ajeno a ‘Timochenko’, con capacidad para influir en el Gobierno, en el Congreso y desde luego en la justicia. También, de manera más sutil, en los medios de comunicación. Descartada definitivamente la opción de las armas para llegar al poder, estos secretos orientadores han cobrado especial relevancia. Hacen parte de un proyecto continental identificado plenamente con el llamado Socialismo del Siglo XXI. Dentro de esta nueva perspectiva, un acuerdo de paz que les otorgue a las Farc nuevas parcelas de poder además de las que ya tienen en muchas regiones del país, sumado a todo el apoyo de la izquierda, a la nueva fuerza que tendría la Marcha Patriótica y a los millonarios recursos que obtienen las Farc del narcotráfico, la opción de llegar al poder por la vía electoral no es descartable, como no lo fue para un Chávez, un Evo Morales o un Rafael Correa.

Para el éxito de esta nueva estrategia, que es apoyada también por los Castro y por Nicolás Maduro, el mayor enemigo es el expresidente Uribe. De ahí que disparen contra él toda suerte de falsas sindicaciones para envolverlo en una feroz telaraña judicial, sin descartar los riesgos que corre su vida.

En el ámbito político, estos secretos orientadores de las Farc buscan que en nombre de la paz los colombianos acepten, seguramente a través de un referendo propuesto por el Gobierno para dar una imagen de limpidez, las exigencias de la guerrilla en La Habana. De ahí que por todos los medios den su apoyo a la estruendosa campaña del ‘Soy capaz’. Las Farc colaboran en ella moviendo a los comerciantes extorsionados. Y de esta manera, con la creencia de que el perdón y el olvido son los mejores instrumentos de paz, empresarios, artistas y muchos colombianos de bien están, sin saberlo, dándoles armas a los directivos políticos de las Farc para que consigan sus anhelados propósitos.

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