Incitación al suicidio

Anduvieron bien las cosas en el uribismo hasta el día en que saltó a la escena José Obdulio Gaviria. Su inclusión en la lista al Senado, impuesta directamente por el doctor Uribe, con pleno derecho para hacer eso y cuanto le parezca en un movimiento que se lo debe todo, y no apenas el nombre, resultó gravísima equivocación. Que se ha puesto en evidencia al descubrirse que Gaviria es el promotor y dueño de la candidatura del otro Santos Calderón, la de “Pachito” como le llaman, a la presidencia de la República.

Independientemente de que tenga “Pachito” las condiciones de Hombre de Estado que el país reclama en estos azarosos momentos, el patrocinio dicho y la primera de sus actitudes, la de inscribirse solo, por anticipado ni concierto con los demás precandidatos ni con el propio Presidente Uribe, demuestra que le falta por completo lo mejor que se dijo en su homenaje, que es la sagrada virtud de la lealtad.

El Presidente y sus tres precandidatos supérstites, estaban de lleno dedicados a la tarea de definir la manera de escoger de los tres el que llevaría las banderas uribistas a la elección de mayo, cuando sin saber cómo ni a qué horas, Pachito inicia el proceso de recolección de firmas, a su nombre y por su cuenta, pero teniendo el buen cuidado de decirse el candidato de Álvaro Uribe Vélez. Obviamente, para crear el hecho y meter el movimiento en un proceso sin otra salida que esa, la peor de todas. La más peligrosa. La que dicho sea sin ambages, representa un suicidio político.

Sacar tres precandidatos a la calle a buscar firmas para una lejana opción que habría de decidirse en las elecciones de marzo, es una locura. Peor que una encuesta. Peor que cualquiera otra alternativa. Es abrirle espacio franco a un enredo seguro, y a una muy probable catástrofe. Pero “Pachito” y José Obdulio creen que es el camino que les conviene, y se echan a recorrerlo con una deslealtad pasmosa.

Tres personas que supuestamente comulgan con el mismo credo, que participan en la misma campaña, que buscan los mismos ideales, peleándose en las calles, las plazas, los mercados y comercios las mismas firmas, los mismos partidarios, la misma gente, constituirían el más lamentable caos que en política pudiera proponerse.

En esas consultas, como ya se vio en la dramática que enfrentó a Andrés Felipe Arias con Noemí Sanín, eligen los enemigos, los que buscan el candidato adversario más frágil, para derrotarlo sin problemas. “Pachito” sabe que en la consulta lo apoyarían los liberales y los santistas y los del Polo, y los de la U y de Cambio Radical. Teniendo por escoger el candidato que puedan derrotar, no vacilarían un instante. ¿Es a eso a lo que nos queremos exponer?

Recoger firmas es una tarea dispendiosa, costosa, plagada de riesgos y una invitación a los pleitos, las emboscadas jurídicas, los litigios interminables. Con la revocatoria de Petro quedamos avisados. Promover esta recolección, no solo para que los adversarios elijan nuestro candidato, sino para que los rábulas afilen su lápiz en este país de rabulerías, es un suicidio. Ya tendríamos suficiente con las firmas para un candidato, y para el Congreso. No más, por favor. No sigamos el calculado y desleal camino de Santos, el “Pachito”, y el de José Obdulio.

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