Convención ejemplar

Por: Fernando Londoño Hoyos

Solo hay un partido en Colombia que pueda organizar una convención para mil personas en un par de semanas. Y solo uno que pueda extenderse para recibir el doble de los convocados. Y solo uno que pueda mantener el cupo completo de los asistentes durante dos días consecutivos en jornadas sucesivas de diez horas. Y solo uno que tenga la osadía de centrar la Convención en temas conceptuales de arduo y largo alcance. Y ese partido es el del Presidente Uribe Vélez, el gran jefe político que produjo Colombia en estos últimos cien años.

El objetivo central de la Convención era el de elegir el candidato de Uribe Centro Democrático para las elecciones presidenciales, de entre los tres que venían cumpliendo la dura tarea de recorrer el país con la esperanza de que los tomaran en serio como aspirantes a la primera magistratura de la Nación.

Quedaron despejadas todas las dudas. Oscar Iván Zuluaga se tragó la Convención con su estilo de gran jefe político. Con su ecuanimidad proverbial, con su tratamiento respetuoso y firme de los adversarios, con su dominio de los grandes problemas nacionales, con su formidable capacidad expresiva. Su triunfo fue inobjetable y contundente. El 57% de los sufragios depositados es una cifra incompleta, porque van en ella envueltos los 450 delegados que se acreditaron como amigos de los candidatos, a razón de 150 por cada uno, lo que significa que es a partir de esa cifra donde cuentan los convencionistas imparciales, los auténticos representantes del uribismo de todo el país. Depurada la votación de aquellos votos cautivos, la mayoría del doctor Oscar Iván alcanza al 73% contra el 27% de sus émulos sumados.

No destacamos esas cifras en ademán triunfalista y mucho menos como desprecio a la tarea magnífica de los doctores Santos y Trujillo. Lo que ahora importa destacar es que el resultado muestra al candidato escogido con un respaldo inequívoco, contundente, enorme, de la opinión uribista de todos las regiones de Colombia.

Tenemos en carrera hacia la presidencia a quien se va a revelar como el futuro coloso de la política colombiana. Quienes se han dedicado a mostrarlo como hombre incompetente para captar la opinión pública, se tendrán que rendir ante la evidencia. Zuluaga es un hombre de corazón cordial, de ideas claras, de temperamento tranquilo, de pulso firme y con un proyecto político apasionante. Pensar en grande, que es su lema, es romper el parroquialismo, vencer la ineficacia, llamar a las grandes tareas para corregir las injusticias, levantar los ánimos derrotistas, comprometernos en inmensa voluntad al servicio de una Patria alta, equitativa, abierta al mundo y promisoria para todos.

Descansen en la seguridad, queridos lectores, de que tendrán la sorpresa más grande en muchos años. El hombre que fue reconocido como el mejor alcalde del país, siéndolo de su natal y pequeña villa amada de Pensilvania y como el mejor Ministro de Hacienda de toda América en la mayor crisis económica internacional de muchos años, será adversario temible para cualquier contradictor y un Presidente que apenas podrá compararse en sus ejecutorias con las de su jefe, inspirador y amigo Álvaro Uribe Vélez. Ya era hora de que en este paisaje ceniciento de nuestra vida cotidiana alumbrara el sol de una esperanza nueva.

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